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Las razones del éxito de “Gran Hermano”: ganadores buenos, exposición digital y la condena a los “estrategas”

Las razones del éxito de “Gran Hermano”: ganadores buenos, exposición digital y la condena a los “estrategas”

28.03.2023        18:00| Marcos Ginocchio se consagró como el gran campeón del reality tras cinco meses de encierro.

 

“Frente a la puerta del ascensor, el cartel del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos siguen a alguien adonde esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie”. El segundo párrafo del libro 1984, de George Orwell puntualiza sin medias tintas la idea base de lo que sucede en su trama, una de las más importantes de la historia de las novelas distópicas: un mundo controlado por una fuerza totalitaria a través de “telepantallas” que espían a sus ciudadanos.

 

Lejos de ese universo ficcional, pero con esa misma premisa llevada adelante para la TV, Gran Hermano (Telefe) volvió a erigirse como uno de los reality shows más importantes que existen. A pesar de haber pasado varios años de su anterior edición, sus decenas de cámaras captaron con mucho éxito durante más de cinco meses la vida de quienes se metieron en la casa volvieron a ser testigos de peleas, rivalidades, amores y sentimientos de extraños que ahora son famosos.


Por qué fue un éxito la nueva edición de “Gran Hermano”


Al igual que en la trama diseñada por Orwell en el año 1948, en Gran Hermano existe un control total de los movimientos de sus participantes. Mientras que en la ficción todo se trataba de las voluntades de los ciudadanos, en la tele importa la forma de jugar de los chicos para conseguir el jugoso premio. En ese punto es donde aparece la primera característica que sobresale para entender el éxito rotundo de esta última versión.

 

Marcos Ginocchio coronó su triunfo al diferenciarse de forma radical de otros compañeros y, también, de varios ganadores de ediciones viejas mucho más polémicos como Marianela Mirra, Cristian U. o Francisco Delgado. Su personalidad contemplativa, serena, reflexiva y contenedora fue expuesta las 24 horas ante todos: su bondad quedó replicada en cada frame.

 

“Nos has enseñado a todos los argentinos a ser un poco mejores. Si uno quisiera ser el pibe perfecto, sos vos”, le lanzó Santiago del Moro a Marcos, en la última cena antes de la final del lunes. Era cantado: el salteño ya era visto de esa manera por el público que votaba.

 

En una época en donde las grietas políticas, económicas y sociales están a flor de piel, la confrontación que podía darse dentro de la casa no fue tomada como un diferencial para los espectadores. “El domingo, te vas”, le dijo Juan Reverdito a Marcos en la previa a la primera placa en la que el salteño había quedado nominado. El taxista creía que su juego agresivo, belicoso y arrebatado iba a dar rédito. Sin saberlo, había moldeado al ganador.

 

La nueva edición de “Gran Hermano” premió a los ganadores “buenos” por encima de los estrategas “malos”


Pero no solo Marcos fue el único que mostró su “buena madera”, como referenció Del Moro en esa mítica cena. Los dos compañeros que quedaron en el podio también se expusieron como personalidades cuyas estrategias no buscaban destruir al rival.

 

A diferencia de Coti Romero, Tomás Holder, Juan Reverdito o incluso Walter “Alfa” Santiago, Julieta Poggio y Nacho Castañares hicieron de decir las cosas de frente una virtud. Si bien las cámaras captaban todo el tiempo cómo podían llegar a hablar de otros en el ir y venir de la casa, cada vez que tuvieron la oportunidad de mostrarse firmes en sus convicciones lo hicieron.


La pelea de Julieta Poggio con Coti y las rencillas que había de Nacho con Romina Uhrig, al comienzo del juego, los mostraron como personas con grandes personalidades que no se amilanaban ante otros competidores que estaban del lado de los estrategas.

 

En el camino iban dejando a Agustín, La Tora, Ariel, Camila, entre todos los demás. Al mismo tiempo, se vislumbraba otra característica a destacar: las maneras de competir que tuvieron otros polémicos concursantes como Gastón Trezeguet, Gustavo Conti y Emiliano Boscatto se iban desdibujando. Para el público ya no daba lo mismo “traicionar” o jugar por atrás. La clave para ganar era ser frontal.

 

La exposición digital, una clave del multitarget al que apuntó “Gran Hermano”


Otra gran certeza que tuvo esta edición, a diferencia de las anteriores, fue confiar en las redes sociales. ¿Por qué? Porque con el uso de TikTok, Twitter e Instagram los productores de Gran Hermano potenciaron la magnitud de la llegada de cada una de las situaciones que se veían dentro de la casa. Además, de esta forma, su audiencia terminó siendo multitarget: desde adolescentes que no ven la pantalla televisiva hasta el público acostumbrado a hacer zapping.

 

A través de los videos que circularon en las redes su magnitud empezó a multiplicarse como nunca antes. Si bien en las ediciones de 2015 y 2016 existían las redes sociales, la forma en la que se usaban en esos años no es la misma de la actualidad.

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La exposición de todos los jugadores que fueron dejando la casa, a su vez, alimentó la verborragia por la fama digital. Millones de personas se volcaron a las redes para seguir a sus “nuevos ídolos”, para conocer qué hacían luego de dejar el juego, qué comían, con quién salían, cómo vivían. Parafraseando a Orwell, era la “telepantalla” llevada a la realidad.

 

De esta forma, la abultada cantidad de seguidores en las redes del trío que llegó a la final logró potenciar a cada una de sus figuras, que no parecen tener techo mediático. Ya no importaba quién sería primero, segundo o tercero, más allá del dinero que se llevó el campeón. “Ganaron todos”, repitió varias veces Santiago del Moro.


Como Jim Carrey siendo Truman Burbank en The Truman Show, Marcos Ginocchio llegó con mucha emoción a la puerta que lo separaba del exterior, es decir, de la realidad. “Querido Marcos: muchas felicidades, ganador. Ya es momento de abandonar la casa”, dijo la voz entrecortada de Big Brother. En el ambiente, tal vez, resonaba la última línea de 1984: “Pero ya todo estaba arreglado. Todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano”.

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