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La discusión por la deuda en el medio de la grieta

La discusión por la deuda en el medio de la grieta

28.08.2021      08:35|Los datos demuestran que la última década no solo se caracterizó por el estancamiento económico, sino también por un proceso de endeudamiento sostenido, a pesar de los cambios de gestión.


Esta semana se abrió un acalorado debate respecto a la cuestión de la deuda. De un lado y del otro de la grieta mostraron números y gráficos para acusarse mutuamente por haber endeudado más al país: la decadencia de la política argentina parece llevarnos siempre a discutir quién fue el peor. Repasaré algunos datos para poner blanco sobre negro en el contexto de este debate.

 

Según la información que publica la Secretaría de Finanzas, dependiente del Ministerio de Economía, la evolución de la deuda bruta de la administración central ha experimentado un crecimiento prácticamente de manera constante (tanto en términos nominales como en porcentaje del PBI) desde 2011 hasta hoy. Casualmente coincide con el estancamiento del PBI: recordemos que el producto en términos reales no crece desde 2011 (aunque sin contabilizar el 2020, cuando el PBI se derrumbó a valores similares a los de 2007).

 

La deuda bruta de la administración central medida como porcentaje del PBI pegó un salto significativo entre 2017 y 2018 (pasando del 56,5% al 85,2%). Dicho incremento se dio en el contexto de la corrida cambiaria y del pedido de auxilio al FMI, que le otorgó a la Argentina un préstamo Stand-By por aproximadamente USD 45 mil millones. Sin embargo, la deuda en términos nominales no refleja un incremento tan precipitado (pasó de USD 321 mil millones en 2017 a USD 332 mil millones en 2018). Este es un dato interesante porque significa que el salto de la deuda como porcentaje del PBI entre esos dos años se debió más a la recesión económica que al préstamo otorgado por el FMI. De todas formas, el aumento de la deuda durante la gestión de Mauricio Macri es inobjetable. Entre 2015 y 2019, la deuda bruta de la administración central pasó de USD 240.665 millones a USD 323.065 millones.


No obstante, tampoco es cierto, como dijo Cristina en un acto en Avellaneda durante este mes, que su gestión llegó al 2015 con el nivel de endeudamiento más bajo de la historia: en el pasado, Argentina mostró niveles de deuda en relación con el PBI muy por debajo de la cifra de 2015. De hecho, ni siquiera se trata del endeudamiento más bajo de la etapa kirchnerista. Según los datos de la Secretaría de Finanzas, el mentado “desendeudamiento kirchnerista” no abarcaría la segunda presidencia de Cristina, donde el proceso fue precisamente el inverso: la deuda pasó de USD 197.154 millones en 2011 a USD 240.665 millones en 2015 (del 38,9% del PBI al 52,6%).

 

No es la primera vez que la vicepresidenta confunde las condiciones de su segunda gestión (caracterizada por el cepo cambiario, la escasez de divisas, el estancamiento económico, la falta de competitividad, niveles de inflación altos ocultados por el INDEC y, como hemos visto, la reversión en el proceso de desendeudamiento) con las gestiones previas de su marido y de ella misma, que gozaron de mejores resultados.


Una de las cuestiones que más le achacan a la gestión de Cambiemos es el endeudamiento en dólares, que en efecto representa un riesgo mayor que la contraída en pesos (aunque no significa que la deuda en pesos esté exenta de riesgos, en particular trae aparejada el riesgo inflacionario). Si examinamos entonces la composición por moneda encontramos que, durante la gestión de Macri, la deuda en dólares creció 8,5 puntos porcentuales, del 69,3% del 2015 al 77,8% de 2019, con un salto importante entre 2018 y 2019. Sin embargo, las obligaciones en moneda extranjera también crecieron durante el periodo previo: 2,7 puntos porcentuales en la primera presidencia de Cristina, del 61% en 2007 al 63,7% en 2011; y 5,6 puntos porcentuales más en la segunda presidencia, del 63,7% en 2011 al 69,3% en 2015.

 

Tal como puede apreciarse en el gráfico, desde 2005 (luego de la primera reestructuración de la deuda, cuando el componente en moneda extranjera cayó de forma abrupta) la tendencia viene siendo hacia un mayor peso de la deuda en dólares. Al primer trimestre de 2021, el 76% de las obligaciones de la administración central son en dólares, superando a la distribución que existía en el 2004.


Hasta aquí hemos visto únicamente la deuda contraída por el Tesoro, sin embargo, también deberían considerarse otros componentes si se pretende obtener una radiografía más completa del endeudamiento argentino. Al respecto, la directora de Eco Go, Marina Dal Poggetto, presentó un mecanismo que resulta muy certero para evaluar el endeudamiento o desendeudamiento del país. Utiliza cuatro componentes: 1) La deuda del Tesoro con el mercado: en pesos y en dólares. 2) La deuda del Tesoro con organismos internacionales de crédito, incluyendo al FMI. 3) La deuda del BCRA, Lebacs o Leliqs más Pases. 4) Y resta el stock de reservas netas del BCRA. No contabiliza la deuda intrasector público (contraída con los distintos organismos del Estado) y resta las reservas para así evaluar el endeudamiento consolidado del país.

 

Los datos muestran nuevamente un proceso de endeudamiento sostenido desde el 2011, corroborando nuevamente que el “desendeudamiento kirchnerista” no abarca la segunda presidencia de Cristina, donde se evidenció el proceso inverso. Según los cálculos realizados por Marina Dal Poggetto, en su segundo gobierno la deuda pública pasó de USD 68 mil millones (2011) a USD 120 mil millones (2015), un aumento del 76%. En el gobierno de Macri la deuda creció nuevamente: pasó de USD 120 mil millones (2015) a USD 198 mil millones, un aumento del 65%. Contrariamente a lo que muchos creen, en 2018 y 2019 en términos nominales la deuda se estancó y dejó de crecer. Esto se debe a que el préstamo por USD 45 mil millones del FMI se vio compensado por una depuración del balance del BCRA.

 

Por un lado o por el otro, los datos demuestran que la última década no solo se caracterizó por el estancamiento económico, sino también por un proceso de endeudamiento sostenido, a pesar de los cambios de gestión. El déficit fiscal y la escasez de divisas obligan a la Argentina a recurrir constantemente a distintas fuentes de financiamiento, sin que importe tanto si quien coloca la deuda es el Tesoro o el Banco Central, lo cual representa una discusión de segundo orden. La deuda es un síntoma de los problemas de fondo: el déficit fiscal y la escasez de dólares, cuestiones que no son abordadas de forma sistemática. En el debate económico, Cristinistas y Macristas salen perdiendo y por eso su discurso se basa en señalar a los otros para encontrar culpables.


De lo que no se habla es del futuro. La cuestión de la deuda acecha por tres frentes: 1) Durante la gestión de Alberto Fernández, el Banco Central contrajo una deuda récord que ya supera los 4 billones de pesos, lo cual genera un inmenso riesgo inflacionario y cambiario; 2) a partir de 2025 y, principalmente, de 2028 comenzarán los vencimientos de capital más importantes de la deuda en dólares reestructurada por Martín Guzmán (por este camino parece difícil que el país llegué con una capacidad de pago holgada); y 3) el eventual acuerdo con el FMI que llegaría después de las elecciones y que comprometerá a la Argentina por los próximos 10 años. Estas son las cuestiones que deberían estar discutiendo los principales actores políticos, especialmente en la antesala de un proceso electoral. Mientras tanto solo se echan culpas con diagnósticos limitados y una vanagloria que no condice con la realidad de nuestro país.

 

Por último, al margen del análisis hecho, no se debe perder de vista que la deuda no es en sí mismo ni buena ni mala, lo importante es para qué se endeuda la Argentina. Si el país en algún momento pretende modernizar su aparato estatal, incorporar tecnología de punta a su sistema productivo e invertir para mejorar la infraestructura seguramente necesitara acceder a los mercados de deuda. Por eso, seguir enfocado en el qué y no en el para qué nos lleva a tener una visión sesgada, que limita la comprensión del problema.

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