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Emotivo: izó la bandera de su pueblo de Corrientes en la Antártida Argentina
26.11.2025 11.10| Vale contar la historia de Marcos Fernández, el curuzucuateño del barrio Yaguá Rincón que hizo flamear la bandera de su pueblo en el fin del mundo. Marcos, Cabo Primero del Ejército Argentino. Tiene 33 años y hace casi un año vive en uno de los lugares más extremos del planeta: la Base Antártica Carlini, del continente blanco.
Marcos trabaja en la Antártida cumpliendo su misión: mantenimiento, disciplina y soberanía. Pero el 16 de noviembre, algo cambió para siempre en su vida. Ese día, en el aniversario de "la sucursal del cielo", Marcos fue autorizado a izar un símbolo que llevaba consigo: la bandera curuzucuateña.
La hizo flamear en el punto más austral de la República Argentina, allá donde el ruidoso viento se adueña del cielo. La bandera llevada por un hijo de esta tierra, se alzó entre los glaciares y aquel mar helado, en un sitio que es literalmente el fin o el comienzo del mundo.
"Fue un honor inmenso, un orgullo que no me entra en el pecho", contó Marcos. "No solo fue la bandera del Ejército de Belgrano… fue la del pueblo que me vio crecer y que me dio tanto", agregó.
Marcos no llegó a la Antártida por casualidad. Ingresó al Ejército a los 20 años como soldado. En 2017 egresó como Cabo Carpintero de la Escuela de Suboficiales. Fue destinado a Río Gallegos, donde continuó su carrera hasta que, en 2023, recibió una noticia que le cambió la vida: había sido preseleccionado para entrenarse en el Comando Conjunto.
Un año entero de exigencias, disciplina y superación. Un curso que no todos logran terminar.
Pero él sí.
En diciembre partió en un Hércules rumbo a una base chilena en la Antártida. De allí, en barco, hasta llegar finalmente a su destino: la "Base Carlini", donde la Argentina sostiene soberanía, ciencia y presencia.
Lejos de casa, pero con Curuzú adentro
Marcos es hijo de Norma Videla y Julio Fernández, conocido vendedor ambulante que por años ocupó su lugar de siempre frente a la Plazoleta Italia, en la esquina del ACA o más precisamente en la vereda de Kiosclem. Un hombre, de esos que saludan a todos y que todos conocen.
Desde allá, donde el frío cala hasta los huesos y la nostalgia, Marcos recuerda su barrio, sus calles y sus afectos: "estar acá es un compromiso enorme. Las condiciones son durísimas, la familia está lejos… pero uno siente que representa a la Argentina. Y hoy, más que nunca, a Curuzú Cuatiá", dice.
La campaña dura un año entero. En diciembre, por fin, Marcos pegará la vuelta para reencontrarse con su gente.





